Paisaje

A lo largo de su vida, Eduardo Sívori buscó construir un paisaje pampeano que fuese a la vez moderno y único, sobrecogedor. Son numerosos sus estudios de paisajes en que las figuras están prácticamente ausentes, y aquellos en los que las escenas campestres, los viajes y los trabajos rurales se ven minimizados por la inmensidad del horizonte. 

En esta sección se destaca, además, un conjunto de piezas del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti, que parece surgir del intercambio entre Sívori y el estanciero y escritor francés Godofredo Daireaux (1849-1916) y da cuenta de su confluencia intelectual en la construcción y la representación del campo moderno.

Sívori buscaba un sublime pampeano, como declaraba en un reportaje periodístico de 1896. Con este objetivo, pintó muchas pampas al calor de “la querella del paisaje” que tenía lugar en el ámbito del Ateneo de Buenos Aires, y que se sintetizaba en la oposición de Eduardo Schiaffino a la mirada nostálgica y esteticista de los poetas representados por Rafael Obligado. Sin duda, Sívori logró su cometido en esos horizontes inmensos y despojados de muchos de sus óleos, pero, sobre todo, en aquellas obras de pequeño formato en las que trabajó con manchas de color, a la acuarela o en tintas monocromáticas, explorando los efectos de luz en la llanura.


Eduardo Sívori
Una linda rabona (Niños en el Parque Lezama), s/f
Óleo sobre tela
148 x 98 cm
Colección Bolsa de Comercio de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires

Este singular paisaje presenta a un grupo de niños que se han escapado de la escuela bañándose en el estanque del porteño Parque Lezama. Fue exhibido por el artista en 1911, en ocasión del primer Salón Nacional organizado en Buenos Aires, y también formó parte de la exposición póstuma de 1919. Son notables el tratamiento de la luz y los reflejos cálidos del atardecer en la superficie del agua.

Eduardo Sívori
Robles en Fontainebleau, 1893
Óleo sobre tela
55 x 72 cm
Colección Museo Histórico Sarmiento, Ciudad de Buenos Aires

Fechado el año en que se fundaba el Ateneo de Buenos Aires, este paisaje parisino en el que un gran roble es retratado en primer plano fue obsequiado por Sívori a su amigo Augusto Belin Sarmiento, con una dedicatoria escrita en francés. El artista lo usaba con frecuencia como segundo idioma. “En mi país hasta los perros hablan francés”, había respondido a un periodista que lo entrevistó en 1883 mientras estudiaba en la Academia Colarossi de París.

Eduardo Sívori
La pampa, ca. 1902
Óleo sobre tela
51 x 101 cm
Colección Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, Ciudad de Buenos Aires

Un formato extremadamente apaisado, un cielo que ocupa casi dos tercios de la composición y un horizonte ininterrumpido fueron los recursos formales con los que Sívori logró transmitir la inmensidad de la planicie en sus representaciones de la pampa argentina. En general trabajó en formatos más reducidos. Esta obra se destaca por su tamaño, y fue realizada en la época en que colaboraba con su amigo Godofredo Daireaux en la ilustración de sus libros.

Eduardo Sívori
A la querencia, 1903
Óleo sobre tela
120 x 200 cm
Inventario nº 1904
Colección Museo Nacional de Bellas Artes

Con esta obra, Sívori obtuvo una medalla de oro en la Exposición Universal de Saint Louis, que se realizó en los Estados Unidos en 1904. En un reportaje, el artista declaró que, entre los más de mil cuadros que había pintado a lo largo de su vida, este era uno de los mejores. Ya en Buenos Aires, fue expuesto en el Salón Castillo de 1905, donde lo adquirió el Ministerio de Instrucción Pública.

Eduardo Sívori
Largando la majada, ca. 1911
Óleo sobre tela
128 x 198 cm
Colección familia Paul Dougall

En la representación de estas masas de ovejas como expresión del campo moderno, Sívori coincide con las ideas que su amigo Godofredo Daireaux expone en el libro Memorias de un estanciero, de 1916:

Podrá el artista europeo pintar ovejas, dos, tres, diez; el artista argentino no verá ni podrá ver más que ‘la majada’, es decir, una multitud de animales, chicos y grandes, viejos y nuevos, madres y capones, confundidos en una sola persona: ‘la majada’ […] En todo campo nuevo de estas condiciones, algo entrecortado de cañadas fértiles, las majadas han dado fortunas, durante un tiempo: tres, cuatro años. Antes en Olavarría, al sur; en Villegas, al oeste; en la Pampa, actualmente, los ovejeros han aumentado, triplicado su capital.

Godofredo Daireaux, Memorias de un estanciero, 1916

Eduardo Sívori
Paisaje con carretas, 1901
Óleo sobre tela
32 x 48,5 cm
Centro Naval (sede central), Ciudad de Buenos Aires

Sívori retoma y resignifica en esta pequeña tela una composición anterior, Tropa de carretas en la pampa, que había sido motivo en 1880 de sus primeros experimentos en grabado. Dedicó la obra a la Fragata Sarmiento, el primer buque escuela moderno que tuvo la Argentina, botado en 1897. Se trata de un significativo gesto poético, que evoca la vieja proeza de atravesar aquellas llanuras inmensas tantas veces mencionadas como mares, como un obsequio para quienes encaraban por primera vez el desafío de navegar las aguas a vela.